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Los desarmes en Bogotá: una estrategia continuada que abraza la vida
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Noticias Idipron
Por: Roberto García Rubio
¿Sabía usted que una persona armada tiene 42 veces más probabilidades de asesinar a algún familiar, conocido o amigo, que quien no está armado?
Esta es la conclusión de un estudio de la Asociación Médica Norteamericana que además, advierte que la existencia de un arma en el hogar aumenta 12 veces las posibilidades de accidentes.
Por estas razones y evidencias sobre la inutilidad de las armas en manos de la ciudadanía, el gobierno de Bogotá emprendió en el año 1996 una gran campaña de desarme voluntario y obligatorio, encabezado por la Iglesia y el gobierno de la ciudad, con el apoyo de la empresa privada y la embajada de España, con el objetivo de promover el intercambio de todo tipo de armas por regalos navideños.
Esta campaña tenía como meta final lograr la reflexión ciudadana sobre el creciente armamentismo en Bogotá.
Tres jornadas de desarme, campañas de comunicación, cobertura de medios masivos, conferencias, seminarios y teleconferencias, entre otros, permitieron a la administración distrital obtener históricos resultados.
Según un informe de la antigua Consejería de Seguridad de la Alcaldía Mayor de Bogotá, fueron entregadas por los ciudadanos 2.538 armas de fuego, además de granadas, tacos de dinamita, una mina Kleimon de fabricación israelí y más de 15.420 cartuchos de munición.
El desarme voluntario seguido de acciones como incautación de armas de fuego, la aplicación de la llamada “hora zanahoria”, operativos de requisa y control policial además de campañas de restricción al consumo de alcohol, ocasionaron la inmediata disminución de los índices de homicidios durante la época navideña llegando a niveles a niveles de 26,7% con relación al año 1995, “y de manera particular los homicidios con armas de fuego que se redujeron en un 31.36% con respecto al diciembre anterior”, cita el informe.
La conclusión de la aplicación de este esquema de desarme durante varios años en nuestra ciudad es que, además de la sustancial reducción de homicidios antes citada, la aceptación de planes desarme en la ciudad creció, pasando de tan sólo el 10% en 1993 al 70% en 1996, según encuestas realizadas por el Instituto Distrital de Cultura y Turismo y la firma Napoleón Franco.
En la actualidad, se hace necesaria la continuidad de los programas de desarme encaminados a promover nuevamente la reflexión necesaria y disminuir de manera drástica el número de armas en las calles capitalinas.
El Instituto Distrital para la Protección de la Niñez y la Juventud, IDIPRON, participa de la campaña “Desarme por la Vida”, promovida por la Alcaldía de Bogotá, bajo el lema “Menos armas que destruyen, más acciones que construyen”, que se ha venido implementando durante los últimos años, durante la vigencia del Plan de Desarrollo Un Nuevo Contrato Social y Ambiental para la Bogotá del Siglo XXI, de la alcaldesa Claudia López.
El mensaje para la ciudadanía bogotana y en especial para los jóvenes de la ciudad es que el porte de armas no garantiza la seguridad y, por el contrario, según expertos “las evidencias permiten afirmar que no disminuyen las posibilidades de violencia contra la persona armada y que, por el contrario, se incrementan”.
¿Sabía usted que una persona armada tiene 42 veces más probabilidades de asesinar a algún familiar, conocido o amigo, que quien no está armado?
Esta es la conclusión de un estudio de la Asociación Médica Norteamericana que además, advierte que la existencia de un arma en el hogar aumenta 12 veces las posibilidades de accidentes.
Por estas razones y evidencias sobre la inutilidad de las armas en manos de la ciudadanía, el gobierno de Bogotá emprendió en el año 1996 una gran campaña de desarme voluntario y obligatorio, encabezado por la Iglesia y el gobierno de la ciudad, con el apoyo de la empresa privada y la embajada de España, con el objetivo de promover el intercambio de todo tipo de armas por regalos navideños.
Esta campaña tenía como meta final lograr la reflexión ciudadana sobre el creciente armamentismo en Bogotá.
Tres jornadas de desarme, campañas de comunicación, cobertura de medios masivos, conferencias, seminarios y teleconferencias, entre otros, permitieron a la administración distrital obtener históricos resultados.
Según un informe de la antigua Consejería de Seguridad de la Alcaldía Mayor de Bogotá, fueron entregadas por los ciudadanos 2.538 armas de fuego, además de granadas, tacos de dinamita, una mina Kleimon de fabricación israelí y más de 15.420 cartuchos de munición.
El desarme voluntario seguido de acciones como incautación de armas de fuego, la aplicación de la llamada “hora zanahoria”, operativos de requisa y control policial además de campañas de restricción al consumo de alcohol, ocasionaron la inmediata disminución de los índices de homicidios durante la época navideña llegando a niveles a niveles de 26,7% con relación al año 1995, “y de manera particular los homicidios con armas de fuego que se redujeron en un 31.36% con respecto al diciembre anterior”, cita el informe.
La conclusión de la aplicación de este esquema de desarme durante varios años en nuestra ciudad es que, además de la sustancial reducción de homicidios antes citada, la aceptación de planes desarme en la ciudad creció, pasando de tan sólo el 10% en 1993 al 70% en 1996, según encuestas realizadas por el Instituto Distrital de Cultura y Turismo y la firma Napoleón Franco.
En la actualidad, se hace necesaria la continuidad de los programas de desarme encaminados a promover nuevamente la reflexión necesaria y disminuir de manera drástica el número de armas en las calles capitalinas.
El Instituto Distrital para la Protección de la Niñez y la Juventud, IDIPRON, participa de la campaña “Desarme por la Vida”, promovida por la Alcaldía de Bogotá, bajo el lema “Menos armas que destruyen, más acciones que construyen”, que se ha venido implementando durante los últimos años, durante la vigencia del Plan de Desarrollo Un Nuevo Contrato Social y Ambiental para la Bogotá del Siglo XXI, de la alcaldesa Claudia López.
El mensaje para la ciudadanía bogotana y en especial para los jóvenes de la ciudad es que el porte de armas no garantiza la seguridad y, por el contrario, según expertos “las evidencias permiten afirmar que no disminuyen las posibilidades de violencia contra la persona armada y que, por el contrario, se incrementan”.
¿Sabía usted que una persona armada tiene 42 veces más probabilidades de asesinar a algún familiar, conocido o amigo, que quien no está armado?
Esta es la conclusión de un estudio de la Asociación Médica Norteamericana que además, advierte que la existencia de un arma en el hogar aumenta 12 veces las posibilidades de accidentes.
Por estas razones y evidencias sobre la inutilidad de las armas en manos de la ciudadanía, el gobierno de Bogotá emprendió en el año 1996 una gran campaña de desarme voluntario y obligatorio, encabezado por la Iglesia y el gobierno de la ciudad, con el apoyo de la empresa privada y la embajada de España, con el objetivo de promover el intercambio de todo tipo de armas por regalos navideños.
Esta campaña tenía como meta final lograr la reflexión ciudadana sobre el creciente armamentismo en Bogotá.
Tres jornadas de desarme, campañas de comunicación, cobertura de medios masivos, conferencias, seminarios y teleconferencias, entre otros, permitieron a la administración distrital obtener históricos resultados.
Según un informe de la antigua Consejería de Seguridad de la Alcaldía Mayor de Bogotá, fueron entregadas por los ciudadanos 2.538 armas de fuego, además de granadas, tacos de dinamita, una mina Kleimon de fabricación israelí y más de 15.420 cartuchos de munición.
El desarme voluntario seguido de acciones como incautación de armas de fuego, la aplicación de la llamada “hora zanahoria”, operativos de requisa y control policial además de campañas de restricción al consumo de alcohol, ocasionaron la inmediata disminución de los índices de homicidios durante la época navideña llegando a niveles a niveles de 26,7% con relación al año 1995, “y de manera particular los homicidios con armas de fuego que se redujeron en un 31.36% con respecto al diciembre anterior”, cita el informe.
La conclusión de la aplicación de este esquema de desarme durante varios años en nuestra ciudad es que, además de la sustancial reducción de homicidios antes citada, la aceptación de planes desarme en la ciudad creció, pasando de tan sólo el 10% en 1993 al 70% en 1996, según encuestas realizadas por el Instituto Distrital de Cultura y Turismo y la firma Napoleón Franco.
En la actualidad, se hace necesaria la continuidad de los programas de desarme encaminados a promover nuevamente la reflexión necesaria y disminuir de manera drástica el número de armas en las calles capitalinas.
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