Por lo general hallarse habitando la calle, en peligro de hacerlo o en condiciones de fragilidad social ha significado para algunos NNAJ una opción libre y para otros la reacción ante múltiples desencuentros, rechazos, malos tratos, etc.
Mientras la mayoría de sujetos viven en sus hogares, una pequeña y al mismo tiempo inmensa población (por la problemática) debe hacerlo en la calle. Para unos y otros, incide en la forma de concebir y relacionarse con el mundo. De ahí la necesidad de trabajar procesos pedagógicos con estos últimos que les brinden las herramientas para relacionarse con sus nuevas realidades. Y en este sentido precisamos en dos aspectos que aluden al encuentro y la acogida, pues si bien los dos tienen que ver con actitudes, también y en gran medida se reflejan en comportamientos cotidianos que hacen más o menos llevadera la convivencia.
Si bien todo el proceso pedagógico tiene como base la creación del vínculo de amistad, aquí resulta relevante. En la ciudad existen calles, barrios, sectores que albergan en mayor medida y complejidad personas que habitan la calle o se hallan en peligro de habitarla. Es a estas personas y lugares, como propósito principal de esta etapa y del IDIPRON, a quienes y a donde acude el Instituto con su equipo especializado con el fin de encontrar NNAJ con las características ya descritas. Ellos se convierten en sujetos de atención prioritaria para el Instituto. Pues una convicción que ha acompañado los casi 50 años de existencia del IDIPRON, hoy cobra su vigencia: ninguna vida se halla acabada.
Con ellos y allí, los educadores mediante una serie de estrategias, entre las que cuentan el juego, el compartir una merienda, tejer una manilla, etc., buscan (1) crear los primeros y fundamentales vínculos de amistad con las NNAJ, pues entendemos que el afecto es determinante para movilizar la vida de ellos, (2) conocer de primera mano su situación, (3) presentarles la oferta educativa del IDIPRON, y (4) orientarlos hacia la superación de sus necesidades.
Durante este proceso los educadores sabrán discernir, un tanto por su experticia, qué NNAJ son habitantes de calle, están en riesgo de habitarla o están en fragilidad social y los atenderán y/o direccionarán según sea el caso, ya sea para invitarlos y apoyarlos a superar sus dificultades, establecer algún vínculo con la familia y/o en caso negativo a vincularse a las siguientes etapas pedagógicas propuestas por el IDIPRON u a otras instituciones que den respuesta a sus necesidades.
Por lo general hallarse habitando la calle, en peligro de hacerlo o en condiciones de fragilidad social ha significado para algunos NNAJ una opción libre y para otros la reacción ante múltiples desencuentros, rechazos, malos tratos, etc.
Mientras la mayoría de sujetos viven en sus hogares, una pequeña y al mismo tiempo inmensa población (por la problemática) debe hacerlo en la calle. Para unos y otros, incide en la forma de concebir y relacionarse con el mundo. De ahí la necesidad de trabajar procesos pedagógicos con estos últimos que les brinden las herramientas para relacionarse con sus nuevas realidades. Y en este sentido precisamos en dos aspectos que aluden al encuentro y la acogida, pues si bien los dos tienen que ver con actitudes, también y en gran medida se reflejan en comportamientos cotidianos que hacen más o menos llevadera la convivencia.
Si bien todo el proceso pedagógico tiene como base la creación del vínculo de amistad, aquí resulta relevante. En la ciudad existen calles, barrios, sectores que albergan en mayor medida y complejidad personas que habitan la calle o se hallan en peligro de habitarla. Es a estas personas y lugares, como propósito principal de esta etapa y del IDIPRON, a quienes y a donde acude el Instituto con su equipo especializado con el fin de encontrar NNAJ con las características ya descritas. Ellos se convierten en sujetos de atención prioritaria para el Instituto. Pues una convicción que ha acompañado los casi 50 años de existencia del IDIPRON, hoy cobra su vigencia: ninguna vida se halla acabada.
Con ellos y allí, los educadores mediante una serie de estrategias, entre las que cuentan el juego, el compartir una merienda, tejer una manilla, etc., buscan (1) crear los primeros y fundamentales vínculos de amistad con las NNAJ, pues entendemos que el afecto es determinante para movilizar la vida de ellos, (2) conocer de primera mano su situación, (3) presentarles la oferta educativa del IDIPRON, y (4) orientarlos hacia la superación de sus necesidades.
Durante este proceso los educadores sabrán discernir, un tanto por su experticia, qué NNAJ son habitantes de calle, están en riesgo de habitarla o están en fragilidad social y los atenderán y/o direccionarán según sea el caso, ya sea para invitarlos y apoyarlos a superar sus dificultades, establecer algún vínculo con la familia y/o en caso negativo a vincularse a las siguientes etapas pedagógicas propuestas por el IDIPRON u a otras instituciones que den respuesta a sus necesidades.
Por lo general hallarse habitando la calle, en peligro de hacerlo o en condiciones de fragilidad social ha significado para algunos NNAJ una opción libre y para otros la reacción ante múltiples desencuentros, rechazos, malos tratos, etc.
Mientras la mayoría de sujetos viven en sus hogares, una pequeña y al mismo tiempo inmensa población (por la problemática) debe hacerlo en la calle. Para unos y otros, incide en la forma de concebir y relacionarse con el mundo. De ahí la necesidad de trabajar procesos pedagógicos con estos últimos que les brinden las herramientas para relacionarse con sus nuevas realidades. Y en este sentido precisamos en dos aspectos que aluden al encuentro y la acogida, pues si bien los dos tienen que ver con actitudes, también y en gran medida se reflejan en comportamientos cotidianos que hacen más o menos llevadera la convivencia.
Si bien todo el proceso pedagógico tiene como base la creación del vínculo de amistad, aquí resulta relevante. En la ciudad existen calles, barrios, sectores que albergan en mayor medida y complejidad personas que habitan la calle o se hallan en peligro de habitarla. Es a estas personas y lugares, como propósito principal de esta etapa y del IDIPRON, a quienes y a donde acude el Instituto con su equipo especializado con el fin de encontrar NNAJ con las características ya descritas. Ellos se convierten en sujetos de atención prioritaria para el Instituto. Pues una convicción que ha acompañado los casi 50 años de existencia del IDIPRON, hoy cobra su vigencia: ninguna vida se halla acabada.
Con ellos y allí, los educadores mediante una serie de estrategias, entre las que cuentan el juego, el compartir una merienda, tejer una manilla, etc., buscan (1) crear los primeros y fundamentales vínculos de amistad con las NNAJ, pues entendemos que el afecto es determinante para movilizar la vida de ellos, (2) conocer de primera mano su situación, (3) presentarles la oferta educativa del IDIPRON, y (4) orientarlos hacia la superación de sus necesidades.
Durante este proceso los educadores sabrán discernir, un tanto por su experticia, qué NNAJ son habitantes de calle, están en riesgo de habitarla o están en fragilidad social y los atenderán y/o direccionarán según sea el caso, ya sea para invitarlos y apoyarlos a superar sus dificultades, establecer algún vínculo con la familia y/o en caso negativo a vincularse a las siguientes etapas pedagógicas propuestas por el IDIPRON u a otras instituciones que den respuesta a sus necesidades.
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